miércoles, 5 de noviembre de 2008

La reaparición de los rojos, ¿quién abandera a los verdes?

Siendo candidato a la gubernatura José Vasconcelos llegó a Juchitán en 1924. En sus memorias resalta: “La ciudad estaba dividida en dos bandos enconados, pero no por causa de la candidatura gubernamental, sino por viejas querellas locales. Siempre hay allí los azules (rojos) y los verdes, según los intereses de familias dominantes de caciques”.
En el periodo que llegó el oaxaqueño a este pueblo ya estaban muy definidos los bandos verde y rojo. La aparición de los dos grupos antagónicos empezó a prefigurarse durante el inicio del porfiriato con el levantamiento de Ignacio Nicolás conocido como Mexu Chele; y llegó a definirse con la rebelión de 1911 encabezado por el licenciado José F. Gómez “Ché Gómez”. Este líder que no estuvo de acuerdo con las imposiciones del gobierno estatal y retomó las viejas causas de los juchitecos fue identificado como líder del partido verde y las familias acaudaladas serviles al gobierno del estado encabezaron el partido rojo.
Asesinado Che Gómez retomó la lucha Felipe López “El Teco” quien como pudo vengó el asesinato de su jefe, tratando infructuosamente de tomar la ciudad y matando a algunos simpatizantes del partido opositor. Uno de los hombres de Felipe López fue Heliodoro Charis Castro, quien al ser arrestado para que diera información sobre las armas escondidas de los verdes, se reveló contra el gobierno constituido coincidiendo este suceso con el levantamiento de los Generales Sonorenses Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles quienes lo anexaron a su causa.
Llegando estos al poder, al cazador de iguanas le dieron el cargo de general, anexando a sus hombres al ejército del presidente Obregón, quien escribió en sus memorias una frase, para algunos honrosa: “no hay un panteón de la patria en que no esté sepultado un juchiteco”. La frase describe muy bien el destino de los verdes seguidores de Charis, que siendo soldados de elite del gobierno ayudaron a aplastar la rebelión De la Huertista (de ahí el famoso corrido de la Toma de Ocotlán) y mandaron a mejor vida a un buen número de cristeros (el enorme Juan Rulfo destaca que Charis fue uno de los generales más benévolos en la rendición de los cristeros).
Obligado a retirarse por su lealtad a su jefe Joaquín Amaro, Charis regresó a Juchitán en donde sin cambiar de color se volvió un cacique, se ungió como presidente municipal imponiendo hasta su muerte a sus sucesores, recorrió los cargos que todo político juchiteco añora: fue varias veces diputado y senador de la República. Para algunos Charis traicionó a su pueblo llevándolos a morir por causas ajenas a los intereses del los juchitecos y para otros la aventura de Charis trajo beneficios al crearse escuelas y hospitales que los juchitecos siempre soñaron.
Siendo el jefe máximo de Juchitán, Charis se alió a sus antiguos enemigos rojos, los ricos acaudalados, las familias pudientes, que siempre reclamaron al gobierno el exterminio de los verdes, se volvieron junto con Charis oficialistas al ingresar al partido del gobierno, en fin, que el verde caracterizó a los oficialistas.
Cuando la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo (COCEI) apareció para abogar por los intereses de la mayoría de los juchitecos, se apropió del color rojo, de ahí que los asociaran con comunistas. Sus líderes y sus intelectuales revaloraron y usaron el pasado rebelde de los juchitecos, aunque algunos de sus líderes llevaban los apellidos de los antiguos oficialistas rojos, hubo momentos en que la historia los sorprendió, como sucedió en la siguiente anécdota:
Ante la inminencia de la llegada del ejército para desalojar a los coceístas del palacio municipal en 1983, escuchaban estos a un dúo de músicos ciegos, cuando al acabárseles el repertorio acudieron a una última canción llamada “Camilo Flores” la letra según recuerdo va más o menos así:

“Uca purá Camilu Flore
chize ma zeda Heliodoro Chare.
Pablu Pineda gucuá palaciu
guladxi Chare la de balazu”

El que mandó a callar a los músicos, por lo inadecuado de la pieza, fue el Mayor Leopoldo de Gyvez Pineda, además de que los personajes citados en la canción, a excepción de Charis, eran del partido rojo y uno de ellos familiar del viejo líder.
En sólo veinte años los coceístas se corrompieron y se volvieron lo que tanto aborrecieron en sus comienzos: caciques convenencieros del poder del estado, ya no representan los intereses del pueblo. Me lo dijo Enedino Jiménez en su estilo personal la última vez que traté de entrevistarlo: “nácabe de que naxhiñá lácabe perú ma qui naxhiña di lácabe” (se dicen rojos pero ya no tienen la esencia roja).
Los supuestos herederos del bando verde, los ricos aliados con el poder estatal llevan en su sangre la traición, volvieron al color que los identifica, cuando el actual gobernador tomó el rojo como el color de su campaña. En el primer mitin en Juchitán todos acudieron enfundados en sus trajes y camisas rojas, sólo una priísta contrastaba como una hoja verde en medio de un lecho de pétalos rojos, pero con memoria histórica, que no quiso traicionar el color de sus antepasados, tenía que ser la heredera del General, la matriarca: Lugarda Charis Luna.
Ahora que los rojos volvieron a su antiguo color la pregunta es ¿quiénes abanderarán la causa de los verdes?

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