jueves, 6 de noviembre de 2008

De la concertación de Héctor a la complicidad de Santana: la corrupción de los gobiernos coceístas




JUCHITAN, Oax.- A finales de los setentas con sus líderes desterrados de Oaxaca, en la cárcel y otros asesinados por el gobierno priísta, la COCEI toma la decisión de salir de su ostracismo y sumar a la lucha por la tenencia de la tierra y los derechos laborales la participación en la lucha electoral para alcanzar el poder municipal. Esta decisión reorienta la lucha por el camino menos radical tratando de ganarse inicialmente a la mayoría de la población: la clase baja y media; y salva a la COCEI del exterminio.
De esta participación política del movimiento surge el primer triunfo: la del Ayuntamiento Popular de 1981, la que se caracteriza principalmente por el autogobierno mientras se atiza un pasado étnico de resistencia ante el gobierno central tiránico y la conciencia de clase: pues la elite de los ricos terratenientes y comerciantes juchitecos siempre estuvieron aliados con el gobierno y en contra de esta tradición de lucha; en el movimiento de la COCEI no eran la excepción. Las agresiones contra el Ayuntamiento Popular son denunciadas por los intelectuales de izquierda y llaman la atención nacional hacia el movimiento, hasta que finalmente en Agosto de 1983 la mayoría priísta del Congreso Local declara la desaparición de poderes, Cesar Augusto Carrasco toma posesión del gobierno y los coceístas son desalojados por el ejército del Palacio Municipal. Este periodo es el más importante del movimiento pues recibe un verdadero apoyo popular.
En el periodo siguiente con los métodos propios del priísmo de la época gana la presidencia municipal; en la siguiente contienda ante la movilización por las prácticas fraudulentas del priísmo en la elección se logra una administración en la que conviven PRI y COCEI en el gobierno municipal. Durante todo este tiempo el movimiento mantiene al mismo tiempo su lucha por la tenencia de la tierra y las luchas laborales.
En 1989 una serie de eventos hace que Héctor Sánchez López alcance la presidencia municipal. Una muy importante fue la división de los priístas al imponérseles a Ramón Caraveo Molina, comerciante oriundo del norte del país, como candidato; una importante fracción del priísmo juchiteco se inconforma, algunos de ellos liderados por Tomás Chiñas queman sus credenciales de elector como protesta. Según el gobierno, la COCEI cede en algunos puntos de su lucha radical para la aceptación del triunfo. La concertación de Hector Sánchez con el gobierno se impone con todo y la negativa de otros líderes en la organización, el pacto se hace evidente con la recepción de Carlos Salinas en la plaza de Juchitán. Las razones de Sánchez fueron estas:
“Aceptamos este pacto con el gobierno que usted preside, porque creemos que cada municipalidad, legalmente constituida, tiene el derecho constitucional de tratar con los gobiernos federal y estatal, de modo que asuman su parte de responsabilidad en la solución de los problemas que afectan a nuestras comunidades, en el contexto de soberanía y autonomía que la constitución confiere a todas ellas.”
El apoyo gubernamental fluyó como nunca se hizo con el Ayuntamiento Popular de 1981, se hicieron obras sin distingos de partido en todo el municipio, se dice que se realizaron más obras de infraestructura que en ningún trienio de la COCEI. En cuanto a la lucha radical se ganaron huelgas a grandes empresas, y en la lucha por la tenencia de la tierra se construyó la segunda colonia popular: la Gustavo Pineda en terrenos invadidos a terratenientes. Se hace a un lado la lucha de clases en este afán de hacer un gobierno incluyente, Héctor Sánchez se alía con los antiguos enemigos: es el caso de Guadalupe López Lena que ante la falta de liquidez del municipio coceísta le otorga un crédito en efectivo, no se sabe cómo se le pagó después a la comerciante priísta. En la abundancia se denuncian los primeros signos de corrupción nada menos que en un reportaje en el semanario de izquierda: Proceso.
Como cabeza de la Comisión Política y con un gobierno municipal a todas luces exitoso, para el siguiente trienio Héctor Sánchez impone como candidato a Oscar Cruz López, un joven dirigente de bajo perfil, la autoridad del líder pragmático no se cuestiona. El gobierno de Oscar Cruz mantiene la construcción de grandes obras, la transformación del crucero, la plaza central son las más lucidas. También crece el interés por gobierno municipal y se empieza a abandonar las causas populares originales, al mismo tiempo crece la corrupción: una de las compañeras coceístas va a dar a la cárcel por cubrirle la espalda al presidente. En su trienio incorpora en su planilla a profesionales, que aunque no tienen militancia dentro de la organización fueron elegidos por su capacidad, es el caso del pedagogo Elí Bartolo Marcial, hijo de conocidos comerciantes priísta.
Al terminar el trienio de Oscar Cruz, la autoridad del máximo líder se cuestiona en la elección interna, que se abre al público a todo el que tenga credencial para votar. En la Casa de la Cultura un grupo de inconformes cuestiona incluso la autoridad de la Comisión Política, serán los futuros ocupadores del palacio en los siguientes trienios, entre ellos Alberto Reyna y Rogelia Santiago Ruiz, que apoyan como candidato a Roberto López Rosado. Carlos Sánchez, hermano de Héctor, iba a ser ungido, pero sitiados por los seguidores de Rosado se elige a este como candidato para privilegiar la unidad. A partir de este hecho se firma la muerte de la COCEI, su desintegración en fracciones que se reparten el pastel del Ayuntamiento para ellos y sus seguidores. Teniendo como oponente al priísta Héctor Matus Martínez, el profesor Rosado logra el triunfo, mantiene la tradición de los anteriores trienios; su trienio se distingue por sus grandes conciertos en la plaza central, en su periodo se consolidan las facciones en el municipio.
En la siguiente elección interna se dice que Leopoldo De Gyvez hace todo lo posible para ser el candidato, incluso compra a los muchos de los electores. Su contrincante Lugarda Charis Luna, era muy respetada por el priísmo local, obtiene una cantidad de votos como nunca ha obtenido el priísmo pero que no supera los votos de su opositor. En su trienio lo que se recuerda no son sus obras si no la corrupción. En su gestión los grupos al interior de la COCEI se apropian del poder municipal, incluso algunos trabajadores del ayuntamiento fundan su sindicato. Aún así también resalta su cabildo plural y escoge a profesionales, se vincula a personajes con pasados oscuros como Vidal Candelaria, incluye a representantes de los empresarios y comerciantes; e incluso con antiguos líderes priístas: el hijo de Tomás Chiñas es titular de una dirección, Mario López, antiguo abogado priísta que defendía las mapachadas del régimen en las casillas en el pasado, también se le otorga una dirección. De Gyves inaugura la ampliación del pastel con las famosas direcciones. El fin de su sexenio es un desastre: una gran parte de su propio cabildo denuncia sus excesos y su corrupción, y en los últimos días de su gobierno el Palacio Municipal es saqueado.
Ante un gobierno desacreditado la COCEI busca ganar a toda costa la siguiente elección, surge Enedino Jiménez como candidato de unidad, aunque no todos se le unen. En la discusión de cómo repartirse las regidurías Leopoldo De Gyvez apoya a Manuel Vásquez Nicolás por ciertas regidurías las que originalmente iban a destinarse a la fracción de Mariano Santana López. Según los testigos de la elección Leopoldo De Gyvez, sembró el “sospechosismo” al negarse a que se le concediera Santana las regidurías que requería. Cuando la dirigencia del Partido de la Revolución Democrática (PRD), sigla a la que se cubrían los coceístas, consultó a alcalde si aún sin el apoyo de los simpatizantes de Santana se ganaría la elección, este aseguró que no eran necesarios los votos de éste para el triunfo de Enedino. Craso error. Santana abandonó el PRD y se llevó al Partido del Trabajo (PT) los votos que harían la diferencia.
Lo que siguió fue una movilización de la organización como en los fraudes de los ochentas, aunque esta vez el apoyo popular ya no estaba de su lado. De Gyves negoció con el gobernador José Murat su impunidad, y las fracciones coceístas sus cuotas de poder en la Administración que dirigió de todos modos Héctor Matus Martínez, candidato y compadre del gobernador. Con la complicidad de los líderes coceístas el trienio de Matus fue un desastre, obras mal hechas, desvío de recursos, Hector Matus y sus funcionarios priístas trataron con la punta del pie a la población. La gota que derramó el vaso fue una obra no consultada en la octava sección, los coceistas tardíamente trataron de montarse en el movimiento civil que se rebeló contra Matus. Lamentablemente el movimiento ciudadano de Cheguigo no prosperó políticamente, derrochó su capital político en propuestas románticas, irrealizables, poco pragmáticas. Su presentación como fuerza política ante las elecciones fue pírrica.
Exhibidos como cómplices de un mal gobierno los coceístas se prepararon para recuperar el poder municipal a toda costa. Alberto Reyna Figueroa fue pragmático: negoció con todos los líderes coceístas e incluso con Santana, prometió el oro y el moro, y en una reunión en un conocido restorán flanqueado por Gloria Sánchez y Mariano Santana declaró que era el candidato de unidad de la COCEI-PRD-PT. Al llegar al poder Reyna cumplió a medias sus compromisos, centralizó el poder para sí y sus seguidores de confianza. Santana se conformó: aceptó regidurías de membrete, apacientó a sus regidores humillados por el presidente Reyna, esperó paciente su venganza. No pasó lo mismo con la fracción de Hector Sánchez, durante los tres años fueron pan de todos los día tomas de palacio, plantones. Reyna toreó a Gloria Sánchez en todo el trienio y buen día, harto, dispersó a sus seguidores balazos. Su trienio entregó obras inconclusas, realizadas a la carrera, sin trascendencia: repintó dos viejos edificios y los inauguró como Hospital de la Mujer y Teatro de la Ciudad; un estadio que no convenció a nadie; negoció con empresas eólicas sumas millonarias que nadie sabe a dónde fueron a parar.
Mariano Santana siguió la estrategia de su antecesor, prometió regidurías y direcciones a todas las fracciones coceístas habidas y por haber con tal de ser candidato. Fue candidato del PT y los del COCEI-PRD traicionaron sus siglas para apoyarlo, con la excepción de Manuel Vásquez Nicolás, el que se había quedado con sus regidurías en la planilla de Enedino Jiménez, contendió bajo las siglas del sol azteca. La candidata priísta fue Guadalupe López Lena, enésima imposición al priísmo local, el que la abandonó a la empresaria a su suerte. Santana ganó de manera aplastante. Ya en el poder cumplió con todos: la nómina del municipio es enorme, rasga los dos mil empleados, 22 regidores, un número mayor de direcciones: existe dirección contra las adicciones, de la juventud, rescate de tradiciones y costumbres, defensa de la mujer, colonias, eventos especiales, para el desarrollo del béisbol, proyectos productivos, Comisión del deporte, deportes, y otros membretes inimaginables.
Aunque existen miles de empleados, el ayuntamiento es como una persona con sobrepeso: no se mueve. Aunque existen media docena de electricistas en la nómina, nadie es capaz de cambiar una lámpara en el Palacio Municipal. El presidente es una persona llena de achaques, lo que toma como pretexto para olvidarse de sus promesas o volverse irascible de repente: a varios funcionarios les ha mentado la madre. En el cabildo están inconformes, el presidente controla el municipio como fuera su casa, incluso se habló que un grupo de regidores planeaba destituirlo. Las obras son escasas y las que se prefiguran tiene un halo de corrupción: como la obra más importante de su trienio un centro deportivo que se ubicará en una zona recóndita de la séptima sección, terrenos, que se dice, el municipio adquirió a un familiar o prestanombre pues el terreno es propiedad del presidente.
Un editorialista ha escrito que Santana prepara el escenario para un antiguo amigo: el presidente del Comité Municipal del PRI y diputado local Daniel Gurrión Matías. Este trienio será el más desastroso de todos para que el que sea candidato del PRI en revancha sea el beneficiado del voto de castigo hacia los coceístas. Para los años venideros se ven nubes negras en el horizonte juchiteco si se mantiene el gobierno municipal como está. Ante un coceísmo fracturado que en una contienda venidera tendrá el apoyo clientelar de sus seguidores pero no del resto de la población, el PRI tiene mejores posibilidades con un candidato que, si se trata de comprar, tiene todo el dinero para adquirir para si el Palacio Municipal por tres años.

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